"El simple arte de bendecir.
Al despertar, bendice tu jornada, porque esta ya desbordado de una abundancia de bienes que tus bendiciones harán aparecer. Porque bendecir significa reconocer el bien infinito que forma parte integrante de la trama misma del universo. Ese bien lo único que espera es una señal tuya para poder manifestarse.
Al cruzarnos con la gente por la calle, en el autobús, en tu lugar de trabajo, bendice a todos. La paz de tu bendición será la compañera de su camino, y el aura de su discreto perfume será una luz en su itinerario. Bendice a los que te encuentres, derrama la bendición sobre su salud, su tranajo, su alegría, su relación con Dios, con ellos mismos y con los demás. Bendícelos en sus bienes y en sus recursos. Bendícelos de todas las maneras imaginables, porque esas bendiciones no sólo esparcen las semillas de la curación, sino que algún día brotarán como otras tantas flores de gozo en los espacios áridos de tu porpia vida.
Mientras poseas, bendice tu aldea o tu ciudad, bendice a los que la gobiernan y a sus educadores, a sus enfermeras y a sus barrenderos, a sus sacerdotes y a sus prostitutas. En cuanto alguien te muestre la menor agresividad, cólera o falta de bondad, responde con una bendición silenciosa. Bendícelos totalmente, gozosamente, porque esas bendiciones son un escudo que los portege de la ignorancia de sus maldades, y cambia de rumbo la flecha que te han disparado.
Bendecir significa desear y querer incondicionalmente, totalmente y sin reserva alguna el bien ilimitado -para los demás y para los acontecimientos de la vida-, haciéndolo aflorar de las fuentes más profundas y más íntimas de tu ser. Esto significa venerar y considerar con total admiración lo que es siempre un don del Creador, sean cuales fueren las apariencias. Quien sea afectado por tu bendición es un ser privilegiado, consagrado, entero. Bendecir significa invocar la protección divina sobre alguien o sobre algo, pensar en él como profundo reconocimiento, evocarle con gratitud. Significa además llamar a la felicidad para que venga sobre él, dado que nosotros no somos nunca la fuente de la bendición, sino simplemente los testigos gozosos de la abundancia de la vida.
Bendecirlo todo, bendecir a todos, sin discriminación alguna, es la forma suprema del don, porque aquellos a los que bendices nunca sabrán de dónde vino aquel rayo de sol que rasgó de pronto las nubes de su cielo, y tú raras veces serás testigo de esa luz que ha iluminado su vida.
Cuando en tu jormada surja algún suceso inesperado que te desconcierte y eche por tierra tus planes, explota en bendiciones, porque entonces la vida está a punto de enseñarte una lección, aunque su copa pueda parecerte amarga. Porque ese acontecimiento que crees tan indeseable, también es oportunidad de bendecir, de no vacilar y dendecir de nuevo. Las pruebas son otras tantas bendiciones ocultas. Y legiones de ángeles siguen sus huellas.
Bendecir significa reconocer una belleza omnipotente, oculta a los ojos materiales. Es activar la ley universal de la atracción que, desde el fondo del universo, traerá a tu vida exactamente lo que necesitas en el momento presente para crecer, avanzar y llenar la copa de tu gozo.
Cuando pases por delante de una cárcel, derrama la bendición sobre sus habitantes, sobre su inocencia y su libertad, sobre su bondad, sobre la pureza de su esencia íntima, sobre su perdón incondicional. Porque sólo se puede ser prisionero de la imagen que uno tiene de sí mismo, y un hombre o mujer libre puede andar sin cadenas por el patio de una prisión, lo mismo que los ciudadanos-as de un país libre pueden ser reclusos cuando el miedo se acurruca en su pensamento.
Cuando pases por delante de un hospital, bendice a sus pacientes, derrama la bendición sobre la plenitud de su salud, porque incluso en su sufrimiento y en su enfermedad, esa plenitud está aguardando simplemente a ser descubierta. Y cuando veas a alguien que sufre y llora o que da muestras de sentirse destrozado por la vida, bendícelo en su vitalidad y en su gozo: porque los sentidos sólo presentan el revés del esplendor que sólo el ojo interior puede percibir.
Es importante bendecir y juzgar al mismo tiempo. Manten en tí, por tanto, ese deseo de bendecir como una incesante resonancia interior y como una perpetua plegaria silenciosa, porque de este modo serás de esas personas que son artesanos de paz, y un día descubrirás por todas partes el rostro mismo de Dios.
Posdata: Y por encima de todo, no olvides de bendecir a esa persona maravillosa, absolutamente bella en su verdadera natiraleza y tan digna de amos, que eres tu mismo-a."
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