Después de un tiempo de reflexión, compartimos algunas ideas:

Por un lado es cómodo permanecer en la montaña, en ese lugar seguro de contemplación y oración,... donde vemos las olas romper sin que nos salpique, donde nos imaginamos que estamos nadando en ese mar del horizonte, donde parece que estamos a salvo de las catástrofes. Pero también es difícil permanecer, así como duro escuchar nuestro silencio interior, madurar nuestro encuentro con nuestro interior. Mantenernos en la contemplación es muy difícil, quizá tanto como quedarnos en el llano.
Además siempre hay que bajar de la montaña, "todo lo que sube termina bajando". Y ese volver al llano puede ser duro pero al fin de cuentas es para lo que estamos aquí, para enfrentarnos al día a día con Jesús de la mano, con una sonrisa en la cara, con una cruz en el pecho,... porque somos semilla, somos ese grano de mostaza, somos esa luz que no debe estar en casa sino alumbrando a los demás.

No hay comentarios:
Publicar un comentario