1 Cor.,13.
Aunque hable todas las lenguas humanas y angélicas, si no tengo amor, soy un metal estridente o un platillo estruendoso.
Aunque posea el don de la profecía y conozca los misterios todos y la ciencia entera, aunque tenga una fe como para mover montañas, si no tengo amor, no soy nada.
Aunque reparta todos mis bienes y entregue mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, de nada me sirve.
El amor es paciente, es amable, el amor no es envidioso, ni fanfarrón, no es orgulloso ni destemplado, no busca su interés, no se irrita, no apunta las ofensas, no se alegra de la injusticia, se alegra de la verdad.
Todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
El amor nunca acabará.
Las profecías serán eliminadas, las lenguas cesarán, el conocimiento será eliminado. Porque conocemos a medias, profetizamos a medias; cuando llegue lo perfecto, lo parcial será eliminado.
Cuando era niño, hablaba como niño; al hacerme adulto, abandoné las niñerías.
Ahora vemos como enigmas en un espejo, entonces veremos cara a cara.
Ahora conozco a medias, entonces conoceré tan bien como soy conocido.
Ahora nos quedan la fe, la esperanza, el amor: estas tres.
La más grande de todas es el amor.
Palabra de Dios.
sábado, 17 de enero de 2009
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